Hoy se cumplen cuarenta años del suceso y la manida frase ya perdió toda validez: los que recordamos con dolor el 2 de octubre somos cada vez menos. Algunos ni siquiera saben de qué se trata y otros tantos confunden los sucesos.
En la mañana pregunté a algunos de mis alumnos si sabÃan lo que habÃa ocurrido en esta fecha, hace cuarenta años. Sólo uno respondió correctamente, pero dijo que durante años se intentó culpar a EcheverrÃa de eso, a pesar de su inocencia. Lo juro.
Muchos dirán que eso sucede porque trabajo en una escuela privada que tiene, además, fama -no en todos los casos justificada- de generar imbéciles prepotentes (eso sÃ, emprendedores). Ojalá fuera sólo eso, porque yo descansarÃa tranquila, pensando que lo único que sucede es que me relaciono diariamente con el único sector poblacional ignorante de la historia de su paÃs. Pero no es asÃ, no nos hagamos. Si formuláramos la misma pregunta a todos los mexicanos, quizá sólo algunos perredistas , los intelectuales de izquierda, algunos alumnos, profesores y egresados de la UNAM y uno que otro forever hubieran respondido acertadamente.
Tampoco podemos levantar la ceja y señalar a los que desconocen la información. Es más, gran parte de la gente que vivió en esa época sufrió un secuestro mediático que le impidió enterarse, a ciencia cierta, de lo que ocurrÃa (Nota del autor: no, no hablo del fraude de Calderón, aunque es lo mismo que al revés). Además, siempre ha sido un tema viscoso, que con facilidad se escurre hacia el discurso manipulado, hacia la izquierda o hacia la derecha.
En la secundaria, cuando me dio varicela o rubeola, no recuerdo bien cuál, una amiga me prestó La noche de Tlatelolco. Me impresionó tanto que comencé a recopilar información sobre los acontecimientos y sus antecedentes. Mi papá, en principio conmovido por mi puberta candidez polÃtica, me ayudó. Tuvimos largas e interesantes charlas al respecto. Sin embargo, conforme mi investigación avanzaba yo me perdà en la perspectiva izquierdosa, recalcitrante, plañidera. Mi inocencia ya rayaba en la estupidez -no se me podÃa pedir más a los doce años, creo-, asà que mi padre decidió ponerle fin a mi delirio. Una tarde me llevó a la librerÃa, me compró La plaza, de Luis Spota (México: Grijalbo), y me dijo que lo leyera, que era una buena novela sobre el 68.
Al principio, la lectura me costó trabajo. En ese entonces yo decÃa que la novela estaba enredada y que no se le entendÃa al autor porque a veces como que hablaba él y a veces metÃa cosas que él no estaba diciendo. La vida -mejor dicho, la UNAM- me enseñó que es una novela de técnica contemporánea, con cambios constantes de perspectiva y de narrador, saltos temporales y otra serie de monadas con las que yo no estaba tan familiarizada o que, quizá, no me habÃan resultado tan radicales anteriormente. La plaza tiene un tono consistente, y yo soy de las que nunca abandona un libro aunque lo esté odiando, asà que lo terminé. Fue devastador: todo mi mundo romántico de cronopios, Chés Guevara y give peace a chance se vino abajo. ¿Por qué? Sencillo: porque demuestra que la historia está hecha por individuos, por seres humanos corruptos, ávidos de poder, gobernados por su propia conveniencia (¿para qué, entonces, mi papá me inculcó aquello de vivir de acuerdo con mis ideales y convicciones, si sabÃa que no era funcional? En fin, eso es otro tema).
Creo que será difÃcil que los mexicanos recordemos esta fecha; será difÃcil enseñarle Historia a un pueblo que sigue votando por la derecha y tiene que hacer una guerra cada cien años para deshacerse de ella. Sin embargo, podemos intentar mostrar a la gente que esté a nuestro alcance esta nueva perspectiva: la de la observación humana. Si al fin y al cabo nadie va a recordar fechas, por lo menos que no olvide cómo actúan las personas bajo ciertas circunstancias. Quizá eso nos ayudarÃa a relacionar causas y consecuencias, a entender el presente, a observar con claridad. Yo por lo pronto hago lo mÃo: quedaron muy bien los ensayos sobre Las venas abiertas de América Latina, y el lunes empezamos Ubu Rey. La literatura nos explica el mundo, como me enseñó mi papá sin proponérselo, como trato de mostrarlo yo. Si leemos más -y mejor- el 2 de octubre es lo de menos, lo que no se olvida es mirar crÃticamente, pensar nuestras circunstancias…
Los estudiantes asesinados son recordados por algunos de nosotros, México es “olvidado de todosâ€. Pensemos el presente. Menos marchas, más reflexión.
Gracias por fomentar la reflexión critica chica Fonema… Los medios de comunicación no tienen la culpa si nos sus administradores que castran a la imaginación y el juicio, el dos de octubre no se olvida pareo cada vez es mas lejano, nebuloso y las contradicciones revolcadas en trucos disctractores que dicho sea de paso cada vez son mas fastuoso y lindos, llenos de colores y seductora-mente descerebrados: juegos olÃmpicos, notas de color, periódicos que se convierten en blog, la información de la no información, ¿sociedad globalizada?
la vdd, no se olvida… pero hay quienes ignoran… o les es Indiferente lo que sucede o sucedio hace tiempo….
ciertamente….cada vez esta mas lejano… los tiempos estan cambiando… hay quienes dicen que para bien y otros para mal… eso es de cada quien… el gobierno mexicano tapa/cubre lo que pasa, son los mismos… los medios son otros…. yo solo digo The sixties are back! Actuemos!