Transcrita a destiempo y por eso a lo mejor hasta corregida y aumentada, esta es la crónica de tres dÃas de un librero accidental, o sea yo.
Vendà los libros de El Under Ediciones en la Feria del libro de Reforma por una semana. Ahora siento que odio un poquito esa avenida, pero esa es otra historia y merece ser contada en otra ocasión.
Sábado 14 de Julio de 2012
Bañarse ya es de locos, pero hacerlo en las condiciones climáticas imperantes en la ciudad: lluvia y vientos frÃos, era hacer gala de una innegable falta de sentido común. Es decir: me bañé. No acostumbro peinarme, asà que me acomodo la ropa del dÃa sin mirarme en el espejo y estoy listo. Tocó estrenar un pantalón negro, el primero en ese color que he tenido en toda mi vida. No cuenta el pantalón de charro que usé cuando niño. Yo era el único y original charro con tenis.
Después de asaltar el refrigerador puse rumbo al Centro de Comando de El Under Ediciones, la casa de Aydee y Carlos para recoger el material de la vendimia librera en Reforma. Pasé a saludar a Carlos, quién no pudo acompañarnos por la lesión en su hombro. Nos pusimos al tanto pues ya hacÃa una semana que no nos veÃamos y debÃa recibir algunas indicaciones. Era mi primera vez vendiendo libros asà que, mejor dicho, eran muchas indicaciones. Compartimos la mesa con Mario, un anarquista amigo de mis “jefesâ€, y las mochilas que usamos para Reforma estaban llenas de no gobierno, vampiros e historias tristes.
Tomamos un taxi y unos 20 minutos después, la verdad no me fijé, nos apeamos frente a uno de los miles de Starbucks que hay en la zona. Nunca he comprado café en un sitio de esos.
La Feria del libro de Reforma (asà la llamé yo, aunque no estoy seguro de que ese sea su nombre real) consistÃa en una no muy larga hilera de carpas blancas abiertas por tres lados. Nunca la recorrà completa pero estaba dividida en cuatro o cinco segmentos, iba del mal llamado Ãngel de la Independencia a la glorieta con una palmera en el centro. Hasta donde sé, la Feria está compuesta principalmente por gente que adquiere libros y los redistribuye: libreros. Hay pocas editoriales y, menos aún, editoriales independientes como El Under.
Llegamos tarde, asà que ya no habÃa mesas disponibles y perdimos cinco valiosas horas de venta y tenÃamos que esperar a que llegaran más… ¡¡¡desde Ecatepec!!! Las dichosas mesas no llegaon sino hasta por ahà de las seis de la tarde, pero ya no nos hicieron falta porque, misteriosamente, aparecieron unas que estaban en el auditorio de la Feria, escondidas en los camerinos. Tomamos dos y a deshoras armamos el puesto. Aydee tuvo que irse y me dejó a cargo (que acto tan valeroso de su parte). El puesto a mi derecha parecÃa especializado en libros sobre la salud y bestsellers comunes. El stand a mi izquierda tenÃa una buena colección de libros. Era como un estante de lo mejor de Donceles. Al final no compré ni de un lado ni de otro.
A las cinco de la tarde empezó a llover y no pararÃa. Supongo que sentirse encerrado ayudó a los visitantes a decidirse y compraban. Aydee regresó para ayudarme a la hora del cierre. El camino de regreso a metro Insurgentes estuvo lluvioso y a mi compañera se le acababan los zapatos secos. La entrada a la glorieta donde se encuentra la estación del subterráneo estaba inundada y la fila para entrar era enorme. Tuvimos que atravesar un tablón medio hundido. Usé de contrapeso al gigante que avanzó delante de mà para que hundiera la tabla (y él se mojara los pies) mientras yo, siguiéndolo, avanzaba muy feliz y muy orondo.
Todo sea por la cultura.
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