No cabe duda de que todavÃa en este mundo, que cada vez percibimos más vacuo e impersonal, algo o alguien nos puede sorprender. Y de un evento saturado de dramatismo y tragedia nace una acción que nos reconcilia con la idea de que todavÃa hay héroes mÃticos en este mundo, en el paÃs, y más especÃficamente, en esta Ciudad de México tan intensota.
Es de todos conocido el trágico accidente ocurrido por los rumbos de Santa Fe en donde un tráiler tuvo a bien estamparse sobre varios autos, con sus respectivas consecuencias y eventualidades. En el periódico Milenio del 9 de noviembre se publicó la noticia, y junto al reportaje publicaron el artÃculo “PolicÃa héroe rescata a 3 mujeres†(Redacción. “historias:†Milenio, miércoles 9 de noviembre de 2011, p. 27), en donde nos cuentan que uno de los conductores enredados en el amasijo de fierros que resultó de la colisión multi-motora logró liberarse y, ya fuera de él, se echó un clavado al mismo amasijo para ayudar a salir a tres personas más. Ésos son hombres y no remedos.
El asunto cobra tonos heroicos, indudablemente, por las agallas, la presencia de ánimo y el valor del circunspecto, y cobra tonos épicos cuando nos ponemos a imaginar las diferentes reacciones alternativas que pudo haber tenido el pelao y que, para la gran fortuna de las chavas rescatadas, no tuvo:
- Caer desmayado.
- Correr, correr y correr hasta cansarse y haber sacado la angustia.
- Correr hacia el área libre más cercana y vomitar. Luego enderezarse, secarse el sudor y musitar: “pero qué chingadazo…†para después caer desmayado.
- Buscar a la persona más cercana y ponerse a platicar sobre lo mal que se ven las personas que siguen atrapadas entre los fierros.
- Llamar inmediatamente a su madrecita o a la esposa para comentarles que está bien, que el accidente estuvo rete feo, y finalmente preguntar qué va a haber de comer para asÃ, sugerir que se excluya el aguacate del menú.
- Recobrar el ánimo y la sangre frÃa, y organizar las apuestas sobre el tiempo que tardarÃan en recoger el desmadre los bomberos o a quien le toque…
Y asà se me ocurren varios escenarios más, que desafortunadamente derivan de la poca fe que le tengo a la gente hoy en dÃa, sobre todo si se trata del tema de prodigar ayuda a una persona en apuros.
Afortunadamente existen todavÃa personas como don Héctor Alan Chamerri que, con agallas y valor, nos callan la boca a los incrédulos y a los cobardes (que desafortunadamente pululan) que transitan por la vida bajo el lema que el Piporro incluÃa en alguno de sus corridos: los valientes mueren donde quiera, los cobardes llegan a viejos (o algo por el estilo).
TodavÃa al escribir ignoro el por qué no apareció don Héctor en las primeras planas de los diarios, no por haber rescatado a tres personas, sino por haber rescatado la fe en la gente que muchos de nosotros hemos perdido.
¿Qué harÃa yo si fuera una de las chavas que rescató? Cuando todo estuviera en paz lo invitarÃa a él y su familia a mi casa a comer, le presentarÃa a mi familia –que también rescató de sufrir una gran pena- le darÃa las gracias y le ofrecerÃa mi eterna e incondicional amistad.
Y si yo fuera autoridad, le entregarÃa una medalla o diploma, junto con una buena feria (dinero).
Gracias, don Héctor.
definitivo: merece reconocimiento público, que para variar, se le da a una bola de inútiles… a mi memoria reciente acuden imágenes de premios exitam y cosas por el estilo.
La gente que realmente vale… normalmente es ignorada!!! C’est la Vie…..como dicen los Franceses, pero porsupuesto que hay que aplaudirle a Don Héctor!!
Bru Bru, me entero ahora de Héctor.
Sà hay mucha gente que cree en los demás y su buena voluntad, como tu primo.
Y a éste tipo de héroes urbanos no les importa el reconocimiento.