El hombre es un animal curioso. Siempre está buscando algo, vive incompleto, sabiendo que no podrá terminar de completarse. Se miente con la ciencia, con el amor, con la soledad o con la poesÃa, pero se miente continuamente porque sabe que está incompleto y solo.
Algunos hombres miran al cielo y uno de ellos, hace medio siglo -tanto o tan poco- logró salir de la burbuja que es la Tierra y mirar la inmensidad de la nada en la que flotamos. Fue el cosmonauta Yuri Gagarin quien, a bordo del Vostok siguió la senda de Laika en el espacio sideral.
Él era, digamos, un producto del Soviet dream. Era el tercer hijo de un carpintero, su hermana mayor lo educó y, cuando fue mayor, fue obrero metalúrgico antes de ser piloto de avión y cosmonauta.
En 1961, luego de un proceso de selección, Gagarin abordó el Vostok y se fue de la Tierra. Sobre lo que dijo se ha escrito mucho: hay los que dicen que lanzó un mensaje ecologista y otros que señalan que negó la existencia de Dios. No se sabe, como no se sabe qué fue lo que pensó al ver tanto, tan lejos y tan cerca…
Al acordarme de esto pensé también en que siempre estamos encerrados en burbujas pequeñas, en pequeñas realidades violentas o no, más o menos infelices, más o menos injustas; por desgracia, supongo que aún no se inventan las cápsulas espaciales para abandonar estos mundos en miniatura.
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