Hace algunos años la UNAM convocó a un virtuality literario llamado Caza de Letras. En él, los participantes actualizaban blogs, los cuales eran calificados por el público y por un jurado integrado por Mónica LavÃn, Ãlvaro Enrigue y Alberto Chimal. La ganadora de la primera edición del concurso fue Falanja Adarce, quien mostraba en sus cuentos una relación especial con la palabra, una predilección por lo complejo y gran capacidad para la creación de atmósferas. Su triunfo recibió atención mediática –la entrevistó Loret de Mola en Primero Noticias, e incluso confesó que no siempre entendÃa lo que la escritora querÃa decir-, pero luego se fueron diluyendo los comentarios, y el propio concurso fue perdiendo aliento en las ediciones siguientes. De Falanja, como de Camelia la Texana, nunca más se supo nada.
O sÃ: en 2013 apareció el libro de crónicas Aquà no es Miami (AlmadÃa), en el cual se expone la situación cotidiana de Veracruz, en relación con el narcotráfico y la creciente violencia. La autora no era otra sino Falanja, aunque ya no era Falanja sino Fernanda Melchor quien, a pesar de su formación como periodista y su posgrado en estudios polÃticos, escribió un libro alejado de los formalismos y los datos duros. Aquà no es Miami no da cifras de las cuales uno puede distanciarse con facilidad; en cambio presenta historias de personas, en las que se observa la descomposición social de una forma tan inmediata que uno no puede sino involucrarse y conmoverse.
A finales del mismo año se publicó, también bajo el sello de AlmadÃa, el segundo libro de Melchor, la novela Falsa Liebre. En ella, las capacidades narrativas de Falanja y la materia prima de las crónicas encontraron un modo y un sitio distintos, mucho más poderosos. Se trata de las historias de cuatro personajes que aparentemente tienen poco en común: Pachi y Vinicio, quienes han sido amigos durante años y comparten el deseo de evasión ante una realidad que no ofrece esperanza para el futuro; Zahir y Andrik, homosexuales emparentados artificialmente por el abandono de sus padres, quienes los han dejado a cargo de una falsa tÃa. ¿Novela adolescente? SÃ, aunque libre de edulcorantes (lo cual no es común): Melchor muestra un panorama realista y original, un peculiar relato de iniciación cargado de todas las cosas que hay en las historias sobre jóvenes (sexo, masturbación, drogas, alcohol barato, infatuación, grandes aspiraciones, rebeldÃa, camaraderÃa, incertidumbre); su gran logro radica en mantenerse alejada de los lugares comunes. No se trata de la clásica historia idÃlica sobre la juventud (¿cómo podrÃa serlo en un Veracruz que ya anticipaba la violencia?); los personajes de esta historia transitan un proceso iniciático singular, verosÃmil: de ser nada, se transforman en nada, pues en el ambiente en el que están insertos las únicas opciones son conformarse, huir, evadirse, aliarse con los delincuentes del barrio, matar, morir o ser testigos de la muerte.
Fernanda Melchor acierta al escribir una novela en la que expone la realidad de zonas de México que hasta ahora habÃan sido casi invisibles en nuestra literatura, y lo hace sin asomo de conmiseración o concesiones, sin facilismos. El relato avanza con velocidad y las atmósferas son potentes y cercanas, vÃvidas, sobre todo por el tino con el que se muestran los detalles. Falsa liebre crea un mundo absorbente, violento y vertiginoso, pero complejo y emotivo, no apto para lectores tibios. Es una novela de desesperanzada en la que no hay maniqueÃsmo, sino honestidad.
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