Me encantan los trenes: desde que era niña y pensaba en la imagen clásica, cinematográfica, de esas grandes maquinarias moviéndose con paciencia y poder, con estruendo y susurro, deseaba algún dÃa subir a uno, ver desde dentro el paisaje pasar. Más tarde encontré como sustituto el metro: túnel de ciudad que me dejaba en un punto u otro, a escondidas de la gente. En un viaje a otra tierra finalmente tomé un tren: era moderno, pero tenÃa aún compartimentos, silloncitos, puertas de un vagón a otro. Estaciones, horarios, esperas…
Y aunque pensemos que los trenes son ajenos, que pertenecen a otros tiempos o lugares, están aquà mismo, con nosotros: tenemos tren de pensamiento, tren de vida y, a veces, hasta sentimos que se nos va el tren… Pero más allá de eso, hay cosas que son (como) trenes: continuas, poderosas… En metáforas puras, Ana Romero nos muestra los trenes que nos rodean: los sueños, las palabras, la música, los adioses, las lágrimas, los amigos, la lluvia… Estas imágenes bastarÃan para hacer poesÃa, pero la autora las lleva -como los buenos poetas- a todos los niveles del texto: es tren la continuidad sonora de las frases, es tren su sintaxis -sin más signo ortográfico que el punto final / andén-. Suenan todas las palabras a silbato, a marcha, a vÃas que reciben el movimiento; cada estrofa es vagón sugerente:
El tren de la risa
rueda siempre de bajada
sigue de largo y arrastra
todo lo que ve pasar.
El tren de la risa
reverbera en la garganta
carcajadas que hacen humo
ja por cinco
je que olvida las tristezas
jo repites
ji volvamos a empezar.
Los poemas son acompañados por las ilustraciones de MarÃa del Mar Hernández, que sugieren historias en sà mismas. Trenes se trata de un libro-tren para viajar, esperar, ver pasar lo que hay afuera desde un vagón en movimiento.
(Trenes de Ana Romero, con ilustraciones de MarÃa del Mar Hernández, es una publicación de Ediciones El Naranjo, disponible en su sitio web o en LibrerÃas Educal.)
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